En 2020 llegó a mí, por casualidad -aunque yo creo firmemente que la casualidad no existe, sino que todo responde a una causalidad- la palabra Ho’oponopono. Jamás había escuchado ese término ni tenía idea de su significado. A raíz de ese momento, despertó en mí un profundo interés, y desde entonces me ha acompañado en mi camino.
Hay etapas en las que lo utilizo con más frecuencia y otras en las que lo dejo un poco de lado, pero siempre sé que está ahí, como una herramienta poderosa que me sostiene especialmente en momentos de tristeza, disgusto o cuando algún problema se cruza en mi camino.
En esos momentos, recurro a las palabras gatillo -que yo llamo mantras, porque así es como las vivo y las siento- y me funcionan de maravilla. Las que más utilizo, y que me acompañan de manera permanente, son:
Lo siento. Perdóname. Te amo. Gracias.
Siempre están disponibles, siempre listas para ofrecerme paz y claridad. Al repetirlas, dejo de darle vueltas a las cosas, y esa paz que se genera es como un bálsamo para la mente y el cuerpo.
También hay otras palabras que me gustan mucho por su sonoridad y la serenidad que evocan.
Una de mis favoritas es Gotas de rocío. Su sonido me relaja de una manera suave, profunda… tanto, que la he elegido como nombre para mi móvil. Me transmite pureza, frescura, delicadeza.
Otras que me acompañan y me encantan son: Llovizna, Fuente perfecta, Flor de liz. Todas ellas me conectan con una sensación de armonía, belleza natural y limpieza interior.
Siento una profunda gratitud por haber encontrado el Ho’oponopono. Es un recurso que me conecta conmigo misma, que me ayuda a soltar lo que me pesa y a vivir desde un lugar más sereno, consciente y amoroso. Gracias, Gracias, Gracias.